Después de unas declaraciones de Pablo Iglesias, donde dice que la democracia española no es completa, la reacción ha sido la de siempre. En España, la política es concebida como un partido de fútbol; unos gritan ‘tarjeta roja y expulsión’, mientras el otro bando clama ‘si ni le ha tocado’. Si sales en defensa de sus palabras, eres un comunista, chavista, marxista etcétera. Si no, entonces eres facha, de derechas, casi franquista.
Pero la cuestión permanece. ¿Es la democracia española mejorable?
Felipe González hizo un trabajo inmenso durante su presidencia, sin duda. Eran tiempos difíciles, con la dictadura recién terminada y con l violencia de ETA como banda sonora. Modernizó el país durante la famosa transición, y España entró en el club de las democracias occidentales.
Pero la transición nunca se completó. Sigue habiendo mucho corporativismo. Erosionar privilegios ganados a lo largo de muchos años es una tarea ardua y lenta. Jueces, grandes empresas, fuerzas de seguridad, ilustres apellidos, notarios, médicos… la lista es larga. Sin embargo todo este baile de amiguismo e intereses cruzados sigue ocurriendo en la oscuridad. La prometida transparencia nunca termina de llegar.
Los partidos políticos nos han enseñado a base de escándalos que tienen mucho que aprender. Cajas B, mordidas, tráfico de influencias y, finalmente, como siempre, impunidad. Aquí no existe la palabra ‘dimisión’, y mucho menos el término ‘accountability’, que ni se molestan en buscar traducción.
No es sólo España. En el Reino Unido acaban de descubrir que la reina, a través del llamado consentimiento de la reina, ha podido influir en las leyes que podrían afectar a su fortuna. En los Estado Unidos el dinero de las grandes compañías a menudo decide el resultado de las elecciones.
Señalar las debilidades de un sistema no debería ser visto como un ataque al país, ni a todas sus instituciones. Más peligroso es obviar estas deficiencias y mirar por otro lado. Porque todo es mejorable.
Muy lúcido. Gracias por la reflexión.
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